Al ritmo del 'frevo', las comparsas desfilarán del 21 al 24 de febrero por la ciudad brasileña. Y en la cercana Olinda, la fiesta continúa
Al contrario que en Río, la samba no protagoniza este carnaval callejero. Resuena en cada rincón de las dos ciudades -distan 6 kilómetros entre sí- el frevo, un ritmo típico de la provincia de Pernambuco, donde se ubican. El origen de la palabra proviene del verbo ferver (hervir), y basta escuchar el sonido alucinante y observar a los bailarines para saber el porqué. Empuñando una sombrilla multicolor, saltan, se contorsionan y se mueven en plena ebullición.
Otro ritmo no tan agitado como el frevo, pero que también hace hervir las calles, es el maracatu, una música de orígen africano basada en la percusión. La escena que se ve pone los pelos de punta: centenares de músicos con tambores hechos en madera y cuero recorren los callejones de piedra arrastrando a una multitud en una especie de trance causado por el ritmo torrencial del baqueteo.
Con esa banda sonora, más de 400 comparsas desfilan por las dos ciudades en los días de carnaval (del 21 al 24 de febrero este año) seguidos por millares de personas disfrazadas y enormes títeres, los Muñecos Gigantes de Olinda. Cada bloco, como son llamados los grupos carnavalescos, tiene fecha, horario y lugar específicos para empezar la marcha. Una pista para aprovecharse a lo grande de los festejos es coger la programación, elegir cuáles se van a seguir y llegar al lugar de salida del bloco una media hora antes. Así es posible posicionarse muy cerca de los músicos, algo casi inviable una vez que el grupo se encuentra con la masa humana que toma las calles.
Los blocos más famosos del carnaval de Olinda son el Elefante, el Pitombeira y el Vassourinhas, y por eso son los más demandados. Pero ninguno rivaliza en número de personas con el Galo da Madrugada (Gallo de la Madrugada). Desfila en Recife el sábado de carnaval por la mañana y marca el comienzo oficial de los festejos. Considerado por el Libro Guinness de los Récords como el grupo carnavalesco más grande del mundo, atrae a cerca de millón y medio de personas al casco antiguo de Recife en una fiesta animada por camiones gigantes con orquesta y cantantes.
Pese a las similitudes de ritmos y de origen, el carnaval en las dos ciudades tiene también sus diferencias. El estilo más juguetón y festivo del de Olinda atrae principalmente a los jóvenes, que transforman toda la pequeña ciudad colonial en una pista de baile. El clima de flirteo y fiesta está en el aire las 24 horas del día. En Recife, el carnaval transcurre a ritmo tranquilo durante el día y toma fuerza por la noche, con una programación que incluye presentaciones de grupos folclóricos, desfiles de blocos tradicionales y conciertos.
No es casual que el consejo común de los vecinos sea despertar muy temprano -hay blocos desde las seis de la mañana- y bailar en Olinda hasta que se aguante el calor abrasador, sacar un tiempo por la tarde para "recomponerse" y poner rumbo a Recife a primera hora de la noche. En este espacio libre entre las fiestas vale la pena conocer los restaurantes de cocina regional. El más destacado es el Oficina do Sabor (Rua do Amparo, 335, Olinda), que sirve recetas típicas con toques de autor, como la calabaza rellena con gambas a la salsa de mango (21 euros). Recetas de pescados son la atracción del Bargaço (avenida de Antônio de Góes, 62, Pina, Recife). El agradable Tio Pepe, sirve platos a base de carne secada al sol.
Mientras se divierte bailando tras un bloco, merece la pena estar atento a los escenarios de la fiesta. Cortada por el río Capibaribe y bañada por el Beberibe, Recife tiene su núcleo comunicado por 39 puentes. El casco antiguo guarda recuerdos de las colonizaciones portuguesa y holandesa, como el caserío del siglo XVII de la Rua do Bom Jesus, que hoy abriga bares, café y tiendas de artesanía.
En Olinda, declarada patrimonio mundial por la Unesco, sus callejones de piedra conducen al visitante a iglesias de los siglos XVI y XVII y caseríos coloniales de colores, muchos de ellos transformados en talleres, como los de la Rua do Amparo. Por si fuera poco, la costa de Pernambuco cuenta con algunas de las playas más bonitas del litoral brasileño. Distante cerca de 70 kilómetros de Recife está Porto Galinhas, donde se pueden dar paseos de balsa hasta piscinas naturales que se forman en los arrecifes. Siguiendo rumbo al sur por la costa, en un viaje de menos de 50 kilómetros, se llega a la maravillosa playa de los Carneiros. Un lugar perfecto para reponer fuerzas después de tanto carnaval.Eduardo Burckhardt.El Pais
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