Guinea Bissau, la pequeña nación africana, ayer estaba “a cargo de nadie”, después de que el presidente y el jefe de Estado Mayor del ejército fueran asesinados con pocas horas de diferencia, en lo que parecían ser muertes por venganza. Cada vez más considerado el primer “Estado narco” de Africa, la ex colonia portuguesa, cuya economía formal se centra en la producción de castañas de cajú, pero cuya ganancia real proviene de la cocaína, ha estado sacudida por amargas luchas de poder durante meses.
El conflicto llegó a su punto máximo el domingo a la noche, cuando el jefe de Estado Mayor, general Batista Tagme Na Waie, murió por la explosión de una bomba en sus cuarteles. La matanza provocó una rápida respuesta de sus soldados, algunos de los cuales atacaron la residencia presidencial en las primeras horas de la mañana de ayer, matando a Joao Bernardo Vieira. Un vocero del ejército, Zamora Induta, dijo que el presidente Vieira era “uno de los principales responsables por la muerte” del general. Luego confirmó que el mandatario “fue asesinado por el ejército cuando trataba de huir de su casa, que estaba siendo atacada por un grupo de soldados”.
Guinea Bissau es uno de los tres países de Africa occidental que han tenido violentos levantamientos en los últimos meses. En la vecina Guinea, la súbita muerte del presidente Lansana Conte, en diciembre, desató un golpe militar. Mientras que el mes pasado, más al sur, en la ex colonia española de Guinea Ecuatoriana, dieciséis hombres fueron arrestados y acusados de complotar el derrocamiento del presidente Teodoro Obiang Nguema Mbasogo.
Cada una de las Guineas comparte una historia de golpes, asesinatos políticos, crimen organizado y guerra civil. Las tres se han convertido en pilares de la ruta de la cocaína de América latina a Europa.
Mientras los líderes internacionales del bloque de la Comunidad Económica de los Estados Africanos Occidentales llamaban a la calma, 1,6 millón de residentes de la empobrecida nación contemplaban el fin de una pelea sangrienta muy personal entre el jefe del ejército y un político que abiertamente se describía a sí mismo como “el don de Dios” a su país. Ambos habían tenido una carrera histórica de choques.
La lucha se explica en parte por una rivalidad étnica: el general provenía del grupo Balante –que tradicionalmente controla a las FF.AA.–, mientras que el presidente provenía de la comunidad Papel, mucho más pequeña. Vieira había escapado por poco de un previo atentado contra su vida cuando los soldados vinieron a “liquidarlo”, el pasado noviembre. Su guardia personal, con soldados exclusivamente de Papel, lucharon contra los atacantes en una batalla de tres horas, en la que uno resultó muerto. Respondió arrestando a más de una docena de personal militar Balante cercana al general, todos ellos liberados por los soldados ayer.Daniel Howden
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