viernes, 29 de enero de 2010

Brasil despega con Lula hacia el cielo del futuro



El país de la delincuencia, las favelas, la deforestación incontrolada del Amazonas y la explotación salvaje de los seres humanos ha dado el gran salto en los siete años de presidencia de Lula da Silva, en los que Brasil ha triplicado su Producto Interior Bruto y se ha convertido en la sexta potencia económica del mundo. El crecimiento de Brasil bien puede simbolizarse en el desarrollo de dos ciudades, Río de Janeiro y Sao Paulo, dos megalópolis convertidas en laboratorios del futuro. Río de Janeiro, elegida como sede de los Juegos Olímpicos de 2012, representa la ciudad mestiza, el crisol donde se mezclan todas las culturas de Brasil. Sao Paulo es la gran urbe cosmopolita de 5.000 rascacielos, el corazón económico del país. Una y otra reflejan la pujanza y el creciente peso político de Brasil y, por ello, nuestro periódico las ha elegido como un espacio imaginario que configura la ciudad del año 2009.
El gran éxito de Lula -que ha sabido aprovecharse de las reformas realizadas por su antecesor el liberal Henrique Cardoso- es haber conciliado la creación de riqueza y el fuerte impulso económico del país con la lucha contra la pobreza y la exclusión a través del programa Bolsa Familia, que ha sacado de la miseria a 12 millones de hogares, proporcionando educación y asistencia médica a sus beneficiarios.
Lo insólito de la gestión de Lula da Silva, lo que le ha valido el reconocimiento internacional, es que ha logrado desmontar el tópico de que era imposible en Latinoamérica gobernar desde la izquierda y a la vez hacer una política que generara prosperidad y empleo. Lula, un sindicalista que conoció la cárcel, tornero de profesión, ha logrado ese milagro.
Como él mismo reconoce en la entrevista que publicamos hoy, Brasil ha dejado de ser una nación de pobres y ricos para convertirse en otra de clase media, de suerte que el 53% de la población puede considerarse hoy perteneciente a ese estrato.
Con unas reservas de más de 200.000 millones de dólares y habiendo saldado buena parte de su deuda internacional, Brasil es hoy el espejo en el que se miran los países emergentes de todo el mundo, que quieren compatibilizar desarrollo con libertad. Lula ha evitado los errores cometidos por dirigentes populistas como Hugo Chávez y Evo Morales, cuyos experimentos de ingeniería social están llevando a la ruina moral y económica a sus países. Si algo cabe reprochar al dirigente brasileño es su excesivo pragmatismo en la política exterior, que le ha llevado a confratenizar con países como China e Irán donde se violan los derechos humanos. Para alguien de sus firmes convicciones éticas, no parece la estrategia más coherente.
El líder brasileño declara  que «el siglo XXI será el siglo de Brasil». Sus recursos minerales, sus reservas de agua, la fertilidad de la tierra y sus yacimientos de hidrocarburos convierten a este país -con un fuerte sentimiento de identidad nacional- en una especie de tierra de promisión, donde casi todo es posible.
Ciudades como Río y Sao Paulo -con 20 millones de habitantes entre la capital y el área metropolitana- son hoy la cara de este Brasil que la revista The Economist simbolizaba en el Cristo del Corcovado despegando hacia el cielo como un cohete. Un vuelo que suscita la admiración del mundo hacia un país plural e interracial que se enorgullece de sí mismo.Fuente:elmundo.es

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